Poesías

Amor de tarde

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.




Tengo miedo a perder la maravilla

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pensa de ser en esta orilla
tronco sin ramas y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Canción del amor prohibido

Fue breve aquella noche,
Fue breve pero bella,
Poca cosa en el tiempo,
que es también poca cosa
porque nadie ha sabido
lo que dura una estrella,
aunque todos sepamos
lo que dura una rosa.
Nuestro amor de una noche
fue un gran amor pequeño
que rodó por la sombra
como un dado sin suerte;
pero nadie ha sabido
lo que dura un ensueño
aunque todos sepamos
lo que dura la muerte.
Una noche es eterna
para el que no la olvida,
y el tiempo nada importa
para el sueño y la flor;
y, como nadie sabe
lo que dura la vida,
nadie sabe tampoco
lo que dura el amor.

Al final

Oh, Madre, abre la amplia ventana
Y deja que entre el día;
Oscuras se tornan las colinas
Y los pensamientos comienzan a nadar.

Madre querida, toma mi joven hijo,
(Ya que de tí he nacido)
Y cuida todos sus pequeños caminos
Hazlo sabio sobre tu falda.

Lava mis manos luctuosas
Y luego ata mis pies;
Mi cuerpo ya no puede descansar
Fuera de su sábana tortuosa.

Toma el brote de un árbol joven
Y verde hierba recién segada,
Déjalos sobre ésta lóbrega cama
Para que mi dolor no se sepa.

Encuentra tres bayas rojas
Y arráncalas del tallo,
Quémalos al canto del gallo
Para que mi alma no regrese.

Cuando caigan las gruesas lágrimas,
(Y caerán, Dios lo sabe)
Díle que que morí de un gran amor
Y que mi corazón ha muerto alegre.

Cuando el sol se haya puesto
Y la hierba ondule en tu regazo,
Arrástrame en el frágil ocaso
Y ocúltame entre las tumbas.

Alma mía

Envuelta entre los celos de tu indiferencia;
Atrapada entre los sueños de la noche;
Arrastrando un llanto que se ha vuelto perpetuo
Con gritos tras tu espalda… ¿No la oyes…?

Casi asfixiada por callar,
Y carcomida por sí sola entre la nostalgia
De vivir amándote en cada momento...
¡Así está mi alma...! 

Libro del amor

Escribes con besos en el libro
del amor
Me das hambre de ti, me das
infinitos
caricias sosegadas, me das
sosiego
como una niña que reza
arrodillada
como una flor que acaricia mis
sentidos
un sueño en el que tu eres mi
despertar
y mi despertar pertenece a tu
mirada
y tu sonrisa es el libro del amor. 

Seres de la vida

No eres mio, ni de nadie.
Te perteneces a ti mismo.
Y yo solo soy un ser humano mas
que se deleita, con tu paso
por esta vida.
Que no es tuya ni mía
pero que aun así intentamos
estar juntos, para compartir
cada día.